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articulo

El sabio de Occidente

Fernando Guerrero

Matteo Ricci, precursor de la moderna evangelización. Una aproximación a su figura.
Con el sínodo sobre la «nueva evangelización» apenas concluido, adquiere especial relieve la figura de Matteo Ricci, gran misionero italiano adelantado en los métodos modernos de evangelización, cuya labor en China fue impresionante. Su gran mérito fue saber presentar de forma aceptable a las antiguas culturas de oriente el evangelio de Jesucristo, hasta ese momento envuelto en el manto de la cultura occidental de su siglo, anticipándose a lo que a partir del Concilio Vaticano II se ha llamado inculturación. La persona y la obra de Matteo Ricci es poco conocida en España, probablemente porque su producción fue en chino. De hecho, sólo se ha publicado una biografía en castellano, «El palacio de la memoria de Matteo Ricci», escrita por el británico Jonathan Spence (Tusquets, 2002). En Italia la editorial Quodlibet empezó a publicar hace unos años sus obras completas reproduciendo el texto original chino con traducción al italiano y acompañado de glosarios e índices. La primera de ellas, de título «Sobre la amistad», es precisamente una colección de sentencias de los clásicos griegos y latinos que Ricci tradujo al chino. Además, en los últimos años se han celebrado en su memoria varias exposiciones, como la de 2005 en Roma, con el título «P. Matteo Ricci. Europa en la corte de los Ming», o la que se hizo en el Vaticano, titulada «En las cumbres de la historia. P. Matteo Ricci entre Roma y Pekín». El P. Matteo Ricci (1552-1610) nació en Macerata (Italia) en el seno de una familia noble. A los dieciséis años se trasladó a Roma y allí entró en la administración pontificia. En 1571 ingresó en la Compañía de Jesús, y entre 1572 y 1577 cursó estudios en el Colegio Romano (futura Universidad Gregoriana), en donde adquirió una formación muy completa no sólo en materia eclesiástica, sino en ciencias y artes: matemáticas, geografía, cartografía, astronomía, relojería, instrumentos científicos… En 1577 fue destinado a las Indias Orientales. Tras seis meses de viaje en las pésimas condiciones de los navíos de su tiempo, llegó a Goa (India) el 13 de septiembre de 1578, donde permaneció hasta 1582. Luego fue destinado a China y tras un viaje de tres meses llegó a Macao. Comenzó a estudiar el chino y adquirió tal perfección que pudo asombrar a los chinos con su cultura. Ya no saldría de China, en donde vivió desde los 31 hasta los 56 años. Ricci se sumergió completamente en la cultura de aquel país hasta llegar a olvidar su lengua materna, según ponen de relieve sus cartas personales. Inicialmente, y durante doce años, asumió la vestimenta de los monjes budistas, pero luego comprendió que eso le impedía acceder a ciertos ambientes sociales, por lo que se hizo vestidos de seda con mangas anchas, atuendo propio de los hombres letrados, y se dejó crecer la barba. Pero lo que verdaderamente le dio entrada en la sociedad china fue su dominio del idioma y su gran cultura. De hecho, se le conocía como «el sabio de Occidente». Ahora bien, su finalidad última era llevar el evangelio de Jesucristo a una cultura lejana y muy distinta. Para ello inició un nuevo método de evangelización, tratando de evitar que la religión cristiana apareciese como un culto extranjero, proveniente de una cultura totalmente ajena a la tradición oriental, de manera que pudiera penetrar en el ámbito cultural chino sin perder su genuinidad como religión revelada pero susceptible de penetrar en culturas distintas, capaz de asimilar los valores orientales más humanos y de renovar y elevar las costumbres más ancestrales, sin debilitar sus valores profundos. En pocas palabras, «inculturar» el cristianismo en la cultura china. La estrategia de Ricci Matteo Ricci obtuvo permiso para adoptar la vestimenta de los sabios o doctores, en vez de la de religioso, de manera que su posición social le permitiera a él y a su compañero Ruggeri entrar en los ámbitos intelectuales chinos, pues eran de la idea que para llegar a evangelizar al pueblo había que empezar por la clase dirigente. Ahora bien, para evitar que su presencia se malinterpretara como proselitismo, optaron por una evangelización indirecta a través del bagaje científico y técnico occidental, en el cual los chinos estaban muy interesados, especialmente en las técnicas hidráulicas para mejorar la agricultura tradicional. Un personaje fundamental en este proceso, aunque no el único, fue Xu Guangqi, primer secretario de la corte imperial, que se convirtió al cristianismo en 1603. Ricci se introdujo en la corte con tanta habilidad que hasta el emperador Wanli quiso entrevistarse con él, siendo el primer occidental que cruzaba los muros de la Ciudad Prohibida. Lo extraordinario de Matteo Ricci se puede apreciar en una obra que escribió en 1596, «El palacio de la memoria». Este texto presenta una serie de reglas mnemotécnicas que permiten memorizar de forma duradera todo el conocimiento adquirido; reglas que Ricci había tomado de la antigüedad grecolatina para aprender los innumerables ideogramas chinos.



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