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Donde resucitó

Maximiliano Domínguez Romero

Para Semana Santa El Santo Sepulcro, otra etapa del viaje a los lugares santos que el autor comparte con nuestros lectores.
Decía Pablo VI que Tierra Santa es como el quinto Evangelio; conocerla ayuda a entender el mensaje de Jesús. Finalmente estábamos visitando los lugares “más santos”, donde Jesús fue crucificado y sepultado. Resucitó al tercer día y se apareció primero a su madre, en forma privada, por eso nada dicen los Evangelios; después a las santas mujeres y dos veces a sus discípulos reunidos en el cenáculo. Fuera de Jerusalén, a orillas del lago de Tiberiades, se volvió a aparecer a sus discípulos; y por último, a más de 500 personas antes de su ascensión a los Cielos. Muchas de las personas que vieron a Jesús resucitado certificaron con el sacrificio de su propia vida la veracidad de su testimonio. Y en él han creí-do muchos millones de cristianos, “dichosos” porque “sin haber visto, creen”, como dijo Jesús al incrédulo Tomás. La crucifixión de Jesús tuvo lugar fuera de las murallas, pues en Jn 19, 20 leemos que fue «cerca de la ciudad». Y también fuera fue su sepultura: «Donde lo crucificaron había un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo en el que aún no había sido sepultado nadie. Allí, por ser el día de preparación de los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús» (Jn 19, 41-42). Pero en el año 44 el Gólgota y el sepulcro quedaron dentro de las nuevas murallas construidas por Herodes Antipas. Excavaciones posteriores descubrieron las antiguas murallas, detrás de las cuales estaban estos lugares, confirmándose así lo que dicen los Evangelios. Estos lugares eran conocidos y venerados por la primitiva comunidad cristiana. Luego, en el año 131, el emperador romano Adriano, queriendo borrar toda huella de las religiones judía y cristiana, mandó erigir aquí un templo a Júpiter (lo mismo hizo con la gruta de Belén, como vimos en otro capítulo), pero se produjo el efecto contrario, porque así se preservó el lugar de posibles agresiones, y cuando Constantino, por ruego de santa Elena, su madre, mandó hacer excavaciones en los años 326 y siguientes, bajo el templo aparecieron el Calvario y la Tumba. Y mandó construir “una basílica que sea superior a cuantas existen”. En el año 614 los persas invadieron Palestina y destruyeron sus iglesias. La basílica de Constantino fue reconstruida en los años 634-638 por el abad Modesto, pero una nueva ocupación árabe de la ciudad volvió a destruirla. De nuevo reconstruida y otra vez destruida en 1009 por el califa Hakim, fueron los cruzados quienes levantaron la basílica románica que hoy visitamos, pese a los daños causados por el paso del tiempo.

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