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Correspondencia



180 millones de niños hambrientos / India y China no tienen la culpa del fracaso / Ciudad Nueva en los quioscos
180 millones de niños hambrientos Hace unos días leía que según un estudio de la FAO, el planeta está lejos de obtener el propósito de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996: rebajar a la mitad para el año 2015 el total de los niños hambrientos. Según ese estudio, cada seis segundos un chiquillo menor de cinco años agoniza de hambre en todo el mundo. Y cada tres minutos han fallecido por depauperación 30 niños. En total, seis millones de críos menores de cinco años mueren cada año de hambre en todo el orbe. Más de 180 millones de criaturas menores de 10 años padecen hambre. Asimismo, 177 millones de chiquillos sufren tardanza en su desarrollo a causa de la escualidez de sus madres durante el embarazo. Casi 8 millones de recién nacidos fallecen al año debido a la aciaga salud y a la mala alimentación de la madre, así como al escaso cuidado durante el alumbramiento. Uno de cada siete chiquillos nacidos en los países más indigentes está sentenciado a morir antes de cumplir los cinco años. Al año agonizan más de 250.000 críos. La mayor parte de los niños mueren por carencia de alimentos y nutrientes esenciales, lo que les debilita, reduce su peso y acentúa su vulnerabilidad. Estos niños están expuestos a un riesgo muy alto de enfermedades infecciosas. Donde la alimentación es más difícil, un bebé tiene una perspectiva de vida de apenas 38 años, mientras que en los 24 estados más acaudalados esa perspectiva llega hasta los 70 años. En los países en vías de desarrollo la diarrea, las enfermedades respiratorias agudas, la malaria y el sarampión son culpables de una gran parte de las muertes infantiles. Esta angustiosa carga de congoja y defunción sucede en casi todos los países de Hispanoamérica, en Somalia, el Cuerno de África y el Caribe. Para ser solidario hay que tomar una firme determinación: no ceder ante las exigencias del bien común, es decir, el bien de todos. Agustín de Hipona afirma que «lo que les sobra a los ricos es patrimonio de los pobres». C. F. India y China no tienen la culpa del fracaso Leí con interés el artículo de Ciudad Nueva del número de enero «Los retos del clima» sobre el fracaso de la pasada Cumbre de Durban a la hora de sentar bases firmes para detener el cambio climático. No obstante, a mi parecer, el artículo no ponía lo suficientemente de relieve la responsabilidad histórica de los países ricos ante este problema. Aunque la Unión Europea lideraba la facción aparentemente más progresista, señalaba la falta de progresos por parte de los países emergentes en vez de exigírselos a Estados Unidos, Canadá o a la propia Unión Europea. Los países desarrollados han ocupado prácticamente la totalidad del espacio atmosférico disponible por las emisiones históricas en su proceso de industrialización y el excesivo consumo y despilfarro de los recursos naturales globales. El mundo rico ha generado la crisis climática, y el mundo rico tiene que responsabilizarse de solucionarla. No vale culpar a los demás de la falta de avances. China tiene unas emisiones por persona mucho menores que las de los países occidentales. En la India, millones de personas en condiciones de pobreza van a sufrir las consecuencias del cambio climático. Si Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón no son los primeros en aceptar un acuerdo de reducciones ambiciosas y vinculantes, lo que haga el resto de países es irrelevante. La avaricia de las grandes corporaciones de la energía fósil y los intereses descarados de las grandes multinacionales, que infiltraron sus mensajes en las posiciones de buena parte de los países europeos y de Estados Unidos, fueron los responsables del fracaso de la cumbre. Las negociaciones sólo tendrán credibilidad si los países rechazan la presión de las multinacionales y escuchan y permiten la participación de la sociedad civil, especialmente la afectada por el cambio climático. R. E. Ciudad Nueva en los quioscos Soy suscriptor de Ciudad Nueva “desde siempre”. Hace tres o cuatro días recibí el ejemplar del mes de enero y lo he repasado a fondo. Sin ánimo de hacer propaganda, os confieso que me ha parecido todavía mejor que siempre. Un editorial justo con los tiempos: hay motivos de esperanza. El resto de las páginas perfectamente encajadas, que van tocando todo lo que hoy inquieta al mundo y, por supuesto, a España: el clima, los mercados, Europa… Las páginas religiosas me han parecido de gran interés y actualidad. Mención especial al comienzo de la entrevista a Gino Lubich: ¡formidable! (estoy deseando que pasen los meses para leerla completa). Y luego, más temas de interés: cine, libros, medicina, etc. Sinceramente, considero que por su interés Ciudad Nueva debería estar colgada y a la venta en los quioscos de prensa. Antonio Morales (Jaén)



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