Hay alimentos que no dejan de sorprendernos con sus excepcionales propiedades. Éste es el caso de la cebolla, una hortaliza que siempre ha gozado de tan buena reputación terapéutica, que incluso algunos pueblos de la antigüedad ya la consideraban sagrada. La cebolla pertenece a la familia de las Liliaceas y es originaria de Asia. Hay gran variedad de especies, que se diferencian entre sí por su forma y su color (amarillo, blanco, rojo...).
Quiero señalar aquí la cebolla roja, especialmente la llamada “de Tropea”, cuya producción está sujeta a una normativa europea que protege su denominación. Es menos picante que las demás, y hasta dulce. Su principal característica es que contiene abundate quercitina, o sea, un extraordinatrio flavonoide que según recientes estudios es una de las sustancias más potentes para combatir los radicales libres, causantes del proceso de envejecimento de nuestro organismo.
Esta hortaliza, además de tener un efecto antioxidante, nos protege contra algunas patologías cardiovasculares, tiene propiedades diuréticas, combate el colesterol, son hipotensoras y fluidicifican la sangre. También es muy recomendada para los diabéticos, pues son hipoglicemizantes.