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Dialogar, ¡es urgente!

Jesús Morán*

Más preparada que nunca para ser humanidad verdadera y obligada a constatar su terca ineptitud para lograrlo.
En un agudo y crudo análisis de nuestra situación cultural, el antropólogo y sociólogo francés Roger Bastide hablaba de la tendencia de los individuos a echar raíces en un territorio, confinarse tras los muros de su casa y distinguir entre propios y ajenos, como si la historia del mundo no hiciera sino registrar un preocupante y progresivo estrechamiento de las relaciones, sobre todo en el último siglo. La galopante evolución del mundo de las comunicaciones, y el consiguiente “acercamiento” de los diversos actores sociales, parecería hecha a posta para invertir esa tendencia, en pos de la añorada fraternidad universal. En cambio, lo que se verifica es un agravamiento de la situación. Incluso cuando viajamos, sigue diciendo el intelectual francés, metemos en la maleta nuestros prejuicios, nuestra ignorancia y nuestra inveterada incapacidad de salir de nosotros mismos. De ese modo el multiplicarse de relaciones entre los pueblos se traduce la mayoría de las veces en una multiplicación de barreras e incomprensiones. Otro gran sociólogo de nuestro tiempo, el polaco Zygmunt Bauman, ha expresado esto mismo con el concepto de «desintegración de la ciudadanía». Y Jöel Roman, filósofo también francés, afirma con un dejo de amargura que el llamado «interés general» no parece sino una colección de egoísmos que se apoya en el miedo al vecino. Si las cosas están así, no hay duda de que el diálogo es algo urgente, un verdadero signo de los tiempos. Las dificultades que encontramos en vivir una verdadera cultura dialógica no hacen más que confirmar la hipótesis. Esta emergencia de diálogo pone en evidencia la terrible paradoja que configura la situación de la humanidad, que ha franqueado el umbral del tercer milenio: más preparada que nunca para ser humanidad verdadera y obligada a constatar su terca ineptitud para lograrlo. En una reciente entrevista, el mencionado Bauman se refiere al diálogo como un arte, y sostiene que la humanidad se juega su futuro en el dominio de éste.

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