La conferencia sobre el cambio climático celebrada en Durban el pasado diciembre deja de nuevo insatisfechas a las organizaciones de la sociedad civil.
La conferencia de la ONU sobre el clima que ha tenido lugar recientemente en Durban (Sudáfrica) ha seguido el hilo de la cumbre de Copenhague de hace dos años y la de Cancún de hace un año. Esta vez se han reunido representantes de 190 países y su tarea era la de volver a plantear esas viejas dificultades que impiden un acuerdo. Muchos, empezando por Europa, deseaban poder trazar la ruta del post-Kioto, aquel tratado de 1997 que aún hoy sigue siendo el único punto de referencia para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Los científicos que pronunciaron sus ponencias durante la primera semana no dejaron de insistir en la necesidad de comprender la gravedad de la situación y las consecuencias del calentamiento del planeta. Y mientras, los ministros de medio ambiente iban llegando con la esperanza de alcanzar acuerdos sobre las soluciones.
La Unión Europea se ha declarado disponible a ampliar sus compromisos más allá del 2012, cuando caduca el actual acuerdo, siempre que los grandes contaminantes (China y Estados unidos en cabeza) asuman su responsabilidad y sean parte principal de un protocolo vinculante que debería entrar en vigor en 2020. China, sorprendentemente, ha comunicado su disponibilidad para luchar contra el cambio climático y ha firmado el protocolo de Kioto, pero se ha justificado argumentando su necesidad de crecer económicamente con rapidez. Así, el país con mayores emisiones de dióxido de carbono del mundo ponía las bases para un acuerdo internacional sobre el clima dentro de la fecha fijada. El jefe de la delegación china, Xie Zhenhua, declaraba que su país atenderá a sus deberes para proteger el clima global a condición de que haya nuevos compromisos en el recorte de emisiones de dióxido de carbono por parte de los países ricos (China mantiene que es un país en vías de desarrollo).
Según datos difundidos por la ONU, van a ser los países más pobres, y entre ellos los africanos, los que más sufran las consecuencias del cambio climático, aunque paradójicamente son los que menos han contribuido a tal cambio. «Según nuestros cálculos, de aquí a 2020 en África habrá entre 75 y 250 millones de personas afectadas por la sequía que causará el cambio climático», dice Rajendra Pachauri, presidente del Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC). Con el fin de ayudar a estos países, fue aprobado en 2010, en Cancún, un Fondo Verde para el clima, pero aún está en fase de discusión. Ese fondo debería servir para financiar sistemas que contrarresten las inundaciones, para crear cultivos más resistentes o que requieran menos agua, y para sostener proyectos de energía alternativa.