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La ciudad de mala fama

Pascual Foresi

Celibato y virginidad/4 Sigamos profundizando en el significado de la donación a Dios según el Nuevo Testamento, esta vez con la lectura de la primera carta a los corintios.
El versículo 10, que recoge la frase de los discípulos sobre la conveniencia de no casarse, no aporta un significado verdaderamente teológico, sino que es un nexo entre la frase anterior y la que sigue. Prepara la triple sentencia de Jesús sobre el celibato y le sirve de pedestal. De hecho, todas las interpretaciones reconocen que existe una diferencia sustancial entre el «no conviene casarse» de los discípulos y el «hacerse eunuco» de Jesús. El versículo 11, «No todos pueden entender estas palabras, sino aquellos a quienes les sea concedido», implica la presencia del Espíritu, que concede a algunos comprender algo que los demás no entienden. Esta acción de Dios puede ser comparada en parte con la luz, pues la palabra “entender” implica una adhesión profunda y completa. Lo que quiere subrayar es que el don es gratuito, y no que haya culpa en quien no entiende. Mientras que el versículo 10 es una preparación, el 11 ya permite vislumbrar algo de lo que significa ser eunuco por el reino de los cielos. Y llegamos al tríptico. Los eunucos naturales, tanto del primer tipo como del segundo, no son mencionados sólo para recordar las distintas posibilidades; éstos son como la contraposición del tercer tipo, el eunuco de espíritu. Al mismo tiempo, éste está relacionado con los otros dos; es decir, no es muy distinto de ellos. De hecho, como hemos visto, Jesús no habla aquí de un propósito de celibato, sino de una imposibilidad existencial psico-moral de casarse. Tal imposibilidad sólo se puede concebir como efecto de un contacto divino particular que tiene reflejos en lo humano. Por eso Jesús presenta personas que, por causa del reino de los cielos, se hacen iguales a los eunucos de nacimiento o a los que lo son por obra del hombre. En el Nuevo Testamento tenemos el ejemplo de Pablo, que queda ciego en su encuentro con el Resucitado. Y en la historia de la Iglesia se pueden contar muchos más eunucos por el reino de los cielos de los que a primera vista parece haber. Basta pensar en san Agustín y en la hilera de vírgenes y célibes que han realizado esas palabras de Jesús tan bonitas y tan fuertes. El reino de los cielos del que habla Mateo es sinónimo de Dios y de Cristo. En los evangelios siempre indica algo escatológico, algo que debe llegar y que dará cumplimiento a la soberanía de Dios. Por eso mismo la formulación causal «por el reino de los cielos» se vuelve final, dando así un sentido escatológico al pasaje sobre los eunucos. Podríamos preguntarnos también si la doctrina católica sobre la superioridad de la virginidad con respecto al matrimonio se desprende de estas frases. Autores de relieve consideran que sí, deduciéndola del contexto y de la contraposición «no todos pueden entender estas palabras, sino aquellos a quienes les sea concedido».

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