«Aquí vengo yo para hacer tu voluntad» (Hb 10, 9).
Éste es un versículo del salmo 40 que el autor de la carta a los hebreos pone en boca del Hijo de Dios en diálogo con el Padre. De este modo quiere subrayar el amor con que el Hijo de Dios se hizo hombre para cumplir la obra de la redención obedeciendo a la voluntad del Padre.
Estas palabras se encuentran en un contexto en el que el autor quiere demostrar la infinita superioridad del sacrificio de Jesús respecto a los sacrificios de la antigua ley. A diferencia de estos últimos en los que se ofrecía a Dios víctimas de animales o, en cualquier caso, cosas externas al hombre, Jesús, movido por un amor inmenso, ofreció al Padre durante su vida terrena su propia voluntad, todo su ser.
«Aquí vengo yo para hacer tu voluntad».