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Correspondencia



Contracorriente en el deporte / De crucifijos / Dios nos sorprende / Clara Badano
Contracorriente en el deporte Estaba viendo uno de esos partidos de fútbol que juegan los chavales de 13 y 14 años cuando, de repente, uno de los jugadores se vio superado por un contrincante y el muchacho no tuvo fuerzas para seguirlo, de modo que su equipo encajó un gol, el entrenador le echó una bronca desproporcionada y lo sacó del campo. El pobre muchacho, encogido en el banquillo, se puso a llorar, aunque el entrenador ni se enteró. Pero el que sí se dio cuenta fue el árbitro, que interrumpió el partido y fue a consolarlo, dejando a todo el mundo con la boca abierta. Se ve que el entrenador se arrepintió, porque volvió a meter al muchacho en el campo y fue precisamente él quien metió el gol del empate. Eso sí, para mí, el gol más bonito lo metió el árbitro, pues nos enseñó que en el deporte, además de haber antagonismo y deseos de ganar, también hay espacio para el respeto a la persona. P. B. G. De crucifijos Cada vez que sale en una conversación el tema de los símbolos religiosos en los espacios públicos, me acuerdo de la historia que me contó hace ya unos años el capellán de un hospital infantil. Se trata de una madre que perdió a su hijo de cinco años debido a una leucemia fulminante. El día en que murió el niño, esta madre desagarrada por el dolor se encaró con el crucifijo que colgaba de la pared y le gritó: «Señor, ¿por qué nos has abandonado? ¿No has tenido piedad de mi niño?». Al día siguiente el capellán fue a ver a esta madre. Quería transmitirle algo de sosiego y se había preparado para ello, con la idea de que si le demostraba cierta empatía con su presencia silenciosa, ella lo agradecería. La mujer estaba sentada al lado del cuerpo sin vida de su niño y en un momento dado susurró: «Ve, padre, el Señor no me ha abandonado; lo siento aquí cerca, siento su presencia». La mujer parecía bastante serena cuando dijo: «Aunque esto no me quita el dolor infinito que siento, sé que hay Alguien que me va a acompañar los días tristes en mi casa vacía». Si no hubiera estado ese crucifijo, ¿a quién podía dirigirse aquella pobre madre?, ¿qué respuesta habría obtenido? Se habría quedado sola con su inmenso dolor. P. C. M. Dios nos sorprende Desde hace algún tiempo en el trabajo estamos en una situación especialmente delicada debido a la crisis actual. En este momento hay en expediente que afecta al 50% de la plantilla (75 personas), aunque yo no estoy en él y sigo trabajando. Me faltan dos meses de cotización para poder jubilarme perdiendo un 25% aproximadamente y es posible que la empresa cierre ya y me quede así. Pero os digo que estoy sorprendentemente tranquilo. Sé que nuestro Padre cuida de nosotros y que cualquier cosa que sucede no es por casualidad y es para nuestro bien, aunque en el fondo me gustaría seguir trabajando más años. Pero, repito, estoy tranquilo porque, aunque yo no lo pida, sé de la fuerza de la oración y me consta que hay quien lo hace. Hace unos días me encuentro con una persona que conoce mi situación y me pregunta. Le digo lo anterior y sorprendentemente me dice: si necesitas trabajo, cuenta ya para tres a cuatro meses... Es entonces cuando el Padre me sorprende una vez más: basta con tener esa fe y estar ocupado en sus cosas y no preocupado por las mías. J. Luis Solsona Clara Badano Mi mujer se compró el libro «Clara Badano», editado por Ciudad Nueva. Como ella se iba a trabajar y yo me quedaba ejerciendo de abuelo, empecé a leerlo mientras esperaba a que se despertase mi nietecilla. Confieso que quedé enganchado. Página tras página llegué al final sin darme cuenta, y sentí que no tuviera más páginas. Sobre todo en algunos pasajes, el autor consigue dar la dimensión verdadera de la personalidad de esta joven, que es extraordinaria en su gran sencillez. Es evidente que esa vida gastada con, por y en el amor a Dios y al prójimo es lo que me ha dejado la sensación de haber leído una historia que, aun en la más absoluta de las normalidades, tiene el sabor de las cosas divinas. M. C. C.



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