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Cuando Marta se une a María

Pascual Foresi

Cómo llegar a actuar bajo la constante influencia del Espíritu Santo.
Cuando se han dado pasos sucesivos y se han hecho sucesivas “elecciones de Dios”, llega un momento en el que Dios mismo toma posesión de nuestro corazón y nos lo “cambia”. Comienza así una vida más plena y más grande. Es decir, como dicen los místicos, ocurre que Marta se une a María: la vida contemplativa se une a la vida activa, a una creatividad fecunda, en la que tal vez se llevan a cabo grandes obras que perduran a través de los siglos precisamente porque se actúa bajo la constante influencia del Espíritu Santo. «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20) se convierte en una constante en la que se progresa. Estas personas llegan a vivir una vida «naturalmente sobrenatural», por decirlo de alguna manera. Cualquier cosa que hagan, tiene gran efecto. Sus palabras adquieren peso, transforman. A veces es suficiente un saludo suyo para que una persona se convierta. Cuando hablan, se percibe que es Dios quien habla a través de ellos. Cuando toman una iniciativa, cuando llevan a cabo obras, cuando crean algo en respuesta a los signos de los tiempos, a las necesidades de la Iglesia y del mundo, se percibe que están inspiradas por Dios, guiadas por Él. Por eso realizan obras que marcan la historia y que perduran. Alguien podría sentir la curiosidad de saber hasta dónde ha llegado en este camino espiritual. Pues bien, aunque todos estamos llamados a recorrerlo, no debemos detenernos en analizar en qué etapa nos encontramos. Uno de los motivos es porque yo he simplificado mucho las cosas para poder explicarme mejor, mientras que en la vida real las cosas son bastante más complejas y variadas. Dios no se repite nunca. La duración de estas etapas puede variar según cada persona y las etapas mismas se pueden superponer, porque quizá nos encontremos en un determinado punto del camino bajo algunos aspectos y al mismo tiempo hayamos empezado a saborear ya “anticipos” de las etapas sucesivas. Lo importante es que cada uno siga su camino allá donde Dios lo pone y viva concreta y fielmente el Evangelio con sencillez y radicalidad total. Dios se encarga de nuestro progreso espiritual. Lo cierto es que tenemos que renovar siempre nuestra elección de Dios, porque la vida en Dios siempre es nueva, inagotable y llena de sorpresas. (Tomado de Colloqui. Domande e risposte sulla spiritualità dell’unità, Ed. Città Nuova, Roma. Traducción de Eduardo Ortubia)



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