La menta se ha usado mucho desde la antigüedad para aromatizar las comidas. En Grecia, los atletas creían que la menta les proporcionaba energía, por lo que antes de participar en competiciones deportivas se bañaban con agua enriquecida con hojas de esta planta.
La antigua medicina india y china ya utilizaba la menta y también aparece mencionada en el famoso papiro Ebers, uno de los tratados de medicina más antiguos que se conoce, redactado en el antiguo Egipto hacia el 1500 a.C.
En las célebres leyes capitulares, Carlomagno hizo obligatorio el cultivo de la menta con fines curativos. Según el famoso farmacólogo francés Nicolas Lémery (1645-1715), la menta potencia las facultades intelectivas y refuerza la memoria, propiedades que algunos experimentos recientes han confirmado. Sebastian Kneipp (1821-1897), el célebre herborista, la aconsejaba para fortalecer el estómago y facilitar la digestión.
Las variedades de la menta, entre las que se encuentra la hierbabuena, son numerosas, pero todas tienen propiedades similares. Es especialmente apreciada la menta piperita, un híbrido catalogado en Inglaterra hacia 1750 que desde entonces se cultiva a gran escala en varios países de Europa (Inglaterra, Alemania, Rusia, Hungría e Italia). En España, las comarcas más adecuadas para el cultivo de la menta son las pirenaicas y las de toda la franja septentrional, desde el País Vasco hasta Galicia, ya que no es planta mediterránea.
