Iniciamos una serie de artículos sobre identidad sexual, transexualidad, intersexualidad y homosexualidad. Temas espinosos, delicados y dolorosos. Sólo los títulos producen en algunas personas una reacción de alerta. No hay acuerdo en la sociedad, ni en la comunidad científica y, si me permiten decirlo, tampoco en la Iglesia. Entre los mismos católicos está sembrada la duda, no obstante que el Magisterio a este respecto es muy claro.
Actualmente impera la “ideología de género”, que separa la identidad sexual y el género. Ser varón o mujer no estaría determinado por el sexo, sino por la cultura, de modo que esa indiferenciación da cabida a cinco sexos: masculino, femenino, homosexual masculino, homosexual femenino y bisexual. Cada cual elige aquel con el que se siente más identificado, como si de una opción libre se tratara, ignorando lo que viene dado por la naturaleza y marcado por la biología.
Tal desacuerdo siembra confusión, desesperanza y resignación en las personas que padecen estas situaciones. Sobre todo, en lo que a homosexualidad se refiere, se asume la idea de que hay que aceptarla, aun sin intentar aclarar si realmente se da. A ellos dedico estos artículos, con mi mayor respeto y con el deseo de aportarles luz y esperanza. Y también a las personas cercanas a ellos, para que los ayuden a salir de la resignación, que sólo genera infelicidad y vacío.
Como comenté en otro artículo, la sexualidad es una fuerza íntima que está presente desde que inicia nuestra existencia hasta nuestra muerte. Nos marca diferenciadamente (hombre o mujer) a todos los niveles y va evolucionando y madurando como una faceta más de nuestra persona. Se manifiesta en todas las esferas de nuestro ser, tanto a nivel físico como a niveles más profundos: psicológico, emocional y espiritual.
