Tengo treinta y cuatro años. Siempre he hecho montañismo pero tuve que dejarlo hace unos meses porque esperamos un hijo. Es una gran alegría, pero echo de menos el deporte. Me pregunto si entre los deberes maternales figura el tener que renunciar a esta pasión, objetivamente peligrosa, que siempre me ha servido de válvula de escape de la tensión acumulada.
B. M. V.