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Osar la gratidud, actuar con responsabilidad

Álvaro Pacheco, Covadonga Sánchez, María Chiara Arnaiz

La vida se encarga de que encontremos esos momento de la verdad que nos llevan a tomar decisiones y a actuar. Gratuidad y responsabilidad son una brújula en nuestro camino. 


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HACES EL BIEN Y BROTA UNA INMENSA ALEGRÍA DE DENTRO

María Chiara: El tema de fondo en una de las últimas revistas Ciudad Nueva trataba de la soledad. Una sensación vacía, triste, que hace que te sientas impotente. Así que hay que combatir contra ella porque no te deja vivir. 
Un claro ejemplo de cómo combatir la soledad es un proyecto llamado Ecointarte, que quiere abordar, desde lo pequeño, estas tres grandes temáticas: ecología, interioridad y arte. El proyecto nació entre las personas que viven en el focolar de Oviedo y por ahora ha realizado un trecho del Camino de Santiago. Pensaron: ¿por qué no compartir esta experiencia con más gente? Pero había personas que no podían participar por distintos motivos. Quien por salud, quien por edad, quien porque tenían ya algún plan que se lo impedía, etc. Entonces surgió esta idea. ¿Y si estas personas hacen el Camino con nuestro grupo, aunque sea virtualmente? Pareció una forma que podía interesar a cuantos quisieran participar de alguna manera en este Camino y en este proyecto, Ecointarte.
Entonces, otra chica y yo nos encargamos de difundir cuanto se vivía poniéndolo en una cuenta en Instagram. Hemos ido subiendo publicaciones e historias sobre lo que queríamos conseguir y transmitiendo los valores que nos habían empujado a llevar adelante este proyecto.
Para mí ha sido una experiencia muy enriquecedora y plena. Sí claro, era un pequeño compromiso, pero como todos sabemos, cuando haces el bien brota una inmensa alegría de dentro.
 

EL VALOR DEL“TE QUIERO”

Álvaro: “Te quiero”, ese gesto de amor que más vulnerables nos vuelve. ¿Habéis pensado alguna vez cuál es la razón por la que decimos tan poco la expresión “te quiero”? Esta frase tiene un valor muy grande, y yo mismo a veces no me siento con la confianza de decírselo a todo el mundo, pero a veces pecamos de no decírselo a nadie, o de decirlo muy poco. Creo que una de las principales razones por las que muchas veces no se dice (al igual que tampoco se suelen demostrar gestos de cariño) es porque, cuando decimos esto, nos volvemos vulnerables ante la otra persona. De manera indirecta, pero clarísimamente, le estamos diciendo “me importas”. El problema de fondo es que muchas veces en nuestra sociedad se tiende y se pretende la independencia y el empoderamiento. Y esto puede ser totalmente contrario a la idea que se pretende con el “te quiero”. 
Muchas veces el “te quiero” no se dice por miedo. Miedo a perder ese estatus, ese poder que nos dice la sociedad que debemos afirmar. Miedo a no ser independientes y confiar a la otra persona que es importante en TU vida.
Está claro que el valor que le damos al “te quiero” es muy grande y nos cuesta mucho expresarlo, pero ¿cuál es realmente el valor que tiene para la otra persona cuando se lo dices? Es verdad que el amor siempre hay que demostrarlo con gestos, pero hay que llenarlo de  equilibrio entre las palabras y los hechos. Todos anhelamos ser amados con todo y plenamente. Todos necesitamos que haya personas que nos digan “te quiero”. El otro, y en general cualquier persona, necesita que otra persona la tenga en su vida. Si de verdad esto no le pasara a alguien, simplemente fluiría como alma en pena por el río de la existencia.
Y es que, a veces, el amor de otras personas es lo que da sentido a nuestra vida. Al fin y al cabo el motor del mundo es el amor, y por eso un simple “te quiero” puede encender una luz en la vida de alguien y darle un mayor sentido.
 

DECIDIR HOY LOS QUE QUEREMOS SER MAÑANA

Covadonga: EBAU, PAU, EAU… La llamen como la llamen, la prueba de acceso a la universidad es vivida de manera diferente por cada uno. Por un lado, la experiencia resulta traumática para los que buscan obtener las calificaciones más altas. Por otro lado, para los que se contentan con aprobar acaba siendo una curiosa aventura. Sin embargo, las expectativas y la presión social nos persiguen a todos, y la tensión es máxima cuando te entregan los enunciados del primer examen.
Ríes de alivio porque sabes el tema de Literatura, te estresas porque no te da tiempo a escribir Historia, te arrepientes de no haber estudiado más Inglés y te duele la cabeza después de Matemáticas. Cuando menos te lo esperas, has hecho ya el examen de Dibujo, de Física, de Química… Y, en tres días, has terminado. Los jóvenes se preparan para ese que será el verano de su vida. ¿O no?
Segundo de bachillerato supone el fin de la etapa escolar y el comienzo del mundillo universitario. Y, en mi opinión, este verano que sirve de puente entre las dos realidades es la peor parte del curso. Todo sucede muy rápido y tienes que madurar en seguida si quieres sobrevivir. De golpe, pasas a tener todo el tiempo del mundo. No volverás a ver a los profesores que te conocen desde que tienes cinco años ni a los amigos de siempre. Empiezas de cero en un ambiente desconocido donde tus objetivos ya no pueden ser los mismos.
El verano preuniversitario lleva a los jóvenes a una cierta “crisis existencial” de la que solo se puede salir por los propios medios. Pero todas las dudas que puedan surgir son buenas, porque permitirán al joven, nos permitirán, conocerse mejor a sí mismos y, más importante, decidir qué clase de persona y de profesional quiere, queremos, ser el día del mañana. Este tiempo, aunque estresante, parece perfectamente medido para encontrar la vocación de cada uno y hacer aquello que de verdad nos llena. Así que animo a todos los que estén pasando por una situación semejante, porque son estas pequeñas pruebas las que nos hacen crecer.




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