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Pagasa

Ana Moreno Marín

En otro idioma
Karen, Genboy, Edrian… cada uno llegaba con su padre en “tricycle”, una motocicleta con sidecar recubierto de chapa. Eran las 8,30 de la mañana en Filipinas, y Espe estaba al otro lado del mundo, a miles de kilómetros de su casa. Hacía un poco de fresco; el tiempo, como siempre, húmedo. Llovía muchísimo. ¡Claro!, era época de monzones. Esos niños que llegaban por la mañana eran los pequeños, de 3 y 4 años; por la tarde llegarían Nestor, Warren, Joselito, Landha y Andre entre otros; éstos de 4 a 6 años. En total 57 maravillosos niños, pobres, sucios, juguetones, hambrientos, alegres, ¡únicos! Era miércoles y, a diferencia de otros días, todas las chicas de la caseta habían madrugado. Eran ocho, y de distintos países: Japón, China, Vietnam, Ecuador, Eslovaquia y Mianmar... Bueno, y la española Espe. Se habían levantado a las 4 de la mañana porque los miércoles preparaban la comida para los chicos que van al colegio y no tienen suficientes recursos para pagarla. La vendían a un precio muy barato, de forma que sus padres se lo podían costear. En Bukas Palad, esta “guarde” a la que van los pequeños, les dan una comida, con frecuencia la única que toman al día, y también clases en inglés, la lengua oficial. Les enseñan cosas básicas: los colores, los días de la semana, etc. De martes a viernes esta era la vida en Bukas Palad, (“Manos abiertas para dar y recibir”), una escuela de los Focolares. Los fines de semana eran ellas las que iban a las casas de los niños. Caminaban por Hollywood, una calle enorme con casas de lujo donde viven cantantes, personajes conocidos, ricos, etc., y llegaban a la barracópolis. De repente, todo se estrechaba, los escalones se convertían en bolsas de arena o ladrillos; a los lados, chavolas de cartón y chapa, animales escuálidos como sus dueños, niños bañándose desnudos en la calle… ¡Cuánta pobreza, Dios mío! «Y sin embargo, me di cuenta: pobres, sucios... ¡y felices! Una felicidad que no se puede comparar con el materialismo… Ellos no tienen nada pero lo comparten “todo”. Muchas veces nosotros somos infelices porque no podemos comprarnos un Mp3, pero ellos sólo ganan para un poco de comida, para pagar la electricidad, etc. Ponen todo su esfuerzo para hacer algo que sólo les da 150 pesos al día (2,3 euros). He descubierto una nueva Felicidad, ahora puedo apreciar lo que tengo y lo que Dios me ha dado» (Del diario de Espe). Fueron dos meses de inmersión total en otra cultura, hasta sentir verdaderamente hambre... ¡o desear una coca cola! «La tenía al alcance de la mano –comenta Espe–, bastaba sólo con que moviese mi mano hacia el bolsillo, sacara una moneda y pulsara el botón de la máquina… Pero entonces no sería más que una occidental de turismo por allí. No, yo quería hacerme uno con ellos. Tal fue la experiencia que, de verdad, ya no puedo decir que soy sólo española… soy filipina, coreana, soy oriental. ¿Qué cómo son? Los filipinos son humildes, generosos, siempre sonríen, tranquilos, callados». Había algo esencial en los ojos de aquellos niños, algo que enganchaba, un brillo que no da el materialismo ni el consumismo occidentales. Tenían una sonrisa que vestía de gala sus figuras, tenían tanta dignidad… «Hoy, cuando cogía a los niños, notaba sus costillas en mis manos, veía que estaban sucios, pero no me importaba porque son niños, con todos sus derechos, virtudes y cariño, y los quiero como si fueran mis hermanos de carne» (Del diario). En ellos Espe vio “Pagasa”, esperanza en filipino. De ahí el nombre de la exposición que Esperanza (Espe) ha creado con las fotos que les tomó. «La idea del título –dice– surgió después de haber ayudado, jugado y comido con estos niños que tienen nuestra misma dignidad y nuestros mismos derechos, que son libres, y que esperan alcanzar sus sueños; y no todo está perdido para ellos, aún queda la esperanza de llegar a ser uno más en este mundo». Aquí una muestra de lo que será la exposición que recorrerá diversas ciudades. La primera cita, los días 20 y 21 de marzo en el Aulario Médico de la Universidad de Granada. También se exhibirá en Bilbao, Madrid y Sevilla. ¡No os la perdáis! Los fondos serán enviados a Bukas Palad a través de la ONGD que lleva adelante Familias Nuevas del Movimiento de los Focolares. Gracias por adelantado. «Me gustaría contribuir a cambiar la sociedad: una sociedad que comparta, que ame sin esperar nada a cambio; que se respete al hermano como es, con sus creencias, ideologías, con su mal genio… Y para eso también hay esperanza» (Del diario). Foto: Esperanza Sánchez



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