Doscientos setenta y seis náufragos llegan a las costas de una isla del Mediterráneo después de dos semanas a la deriva. Están empapados, extenuados, aterrorizados; han sentido su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y han visto la muerte cara a cara. Entre ellos hay un prisionero camino de Roma para someterse al juicio del emperador.
No es una crónica de las noticias de nuestros días, sino el relato de una experiencia del apóstol Pablo, que es llevado a Roma a coronar su misión de evangelizador mediante el testimonio del martirio. A pesar de su condición de preso y ayudado por una fe inquebrantable en la Providencia, Pablo ha conseguido sostener a sus compañeros de desventura hasta que atracan en una playa de Malta. Allí los habitantes van a su encuentro, los reciben en torno a un gran fuego para reconfortarse y luego se desviven por ellos. Al cabo de unos tres meses, al final del invierno, les dan lo necesario para reemprender el viaje seguros.
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