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Un belén napolitano en Mallorca

Clara Arahuetes

Belén Napolitano Fundación Bartolomé March Palau Reial, 18 Palma de Mallorca


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Conmemorar el Misterio de la Navidad es una de las fiestas cristianas más divulgadas y entrañables. En estas fechas, y durante todo el año, podemos contemplar en algunos museos verdaderas obras de arte sobre el nacimiento de Jesús. Uno de los belenes napolitanos más importantes que se conservan en España es el de la Fundación March Servera, en Palma de Mallorca, que fue adquirido en Italia en 1970. Consta de más de 800 figuras y 2.000 piezas, realizadas por los mejores creadores del último cuarto del siglo XVIII. En 2003 el Consell Insular declaró este conjunto excepcional como Bien de Interés Cultural.

 

Según la tradición, algunas maderas de la «cueva» de Belén, donde María había acostado a su hijo, fueron llevadas a Roma. Con ellas, en época de Sixto III (432-440), se construyó la primera imitación del pesebre en la Iglesia de Santa María. El papa Teodoro I (642-649), de origen palestino, mandó construir en esta iglesia un oratorio con las reliquias de la cuna del Niño Jesús y allí celebraba la misa de Navidad.
 
El origen del belén, como construcción de un espacio que escenifica la Navidad, tiene su antecedente en los autos sacramentales que se celebraban en las iglesias y abadías. Estas manifestaciones fueron prohibidas por Inocencio XIII, por eso san Francisco de Asís, en la Nochebuena de 1223, solicitó permiso al papa Honorio III para representar el nacimiento de Jesús en una cueva de la villa de Greccio (Italia). Según relata Tomás de Celano, se colocó un pesebre con una imagen del Niño Jesús rodeado de dos animales vivos y san Francisco celebró la eucaristía para todo el pueblo. Desde entonces los franciscanos difundieron la costumbre de instalar escenas del Nacimiento en las iglesias durante la Navidad.
 
«Poner el belén» es una de las expresiones más arraigadas en la religiosidad popular española, una tradición que se remonta al siglo XIV y que adquiere gran significado artístico en los siglos XVI y XVII, cuando los grandes escultores se dedican a estas obras: Luisa Roldán, Martínez Montañés, Alonso Cano, Pedro de Mena, Salzillo, José Esteve, José Ginés y otros muchos.
 
En el siglo XVIII Carlos III, al ocupar el trono de España, trajo la costumbre de poner un belén napolitano en el Palacio Real, como el magnífico Belén del Príncipe, así llamado por ser un regalo para el futuro Carlos IV, al que cada año se añadían nuevas figuras encargadas en Italia o a los escultores de cámara. En esta época el belén abandona el ámbito litúrgico y entra en la corte, convirtiéndose en una muestra de ostentación que fascina por su calidad artística. 
 
La escena principal, el nacimiento, pierde protagonismo, aunque sigue siendo el núcleo de la representación, y aparece cobijado en un templo en ruinas o en una cueva, rodeado de personajes dispuestos en distintas alturas y de distinto tamaño para crear la ilusión de profundidad. Se representa así el Misterio de la Navidad en el marco ruidoso y variopinto de la vida diaria de Nápoles, en ocasiones como auténticos cuadros vivientes con figuras articuladas y ricamente vestidas. La complejidad escenográfica recuerda a las óperas de la época y en el paisaje hay referencias a los descubrimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano.
 
Las figuras de pequeño tamaño son un documento etnográfico de las distintas regiones italianas y están realizadas con la técnica napolitana: torso, antebrazos y piernas de alambre forrado de estopa, las extremidades se tallan en madera y la cabeza es de barro cocido con ojos de cristal; luego se visten con la ropa adecuada a cada caso. Son menos frecuentes las llamadas «academias», figuras modeladas totalmente en barro.
 
Sorprende la minuciosidad y el realismo, con delicadas miniaturas de joyas, pendientes de oro y plata con perlas de coral, cestas de fruta y verdura que recrean la ambientación de las tiendas, o instrumentos musicales reproducidos fielmente a escala. Había especialistas en fabricar animales, vestimenta, enseres domésticos o utensilios, incluso determinadas figuras: los magos, los pastores, las mujeres... En el montaje del belén intervenían artistas y artesanos: arquitectos, escultores, pintores, tallistas, plateros, ceramistas, sastres… Los trajes, de diferentes regiones de Nápoles, estaban confeccionados con telas de la Real Fábrica de Tejidos creada por Carlos III en San Leucio, cerca de Caserta.
 
En el Belén de la Fundación March destacan los ángeles que revolotean alrededor del pesebre, realizados por Giuseppe Sanmartino, el grupo de la Virgen, san José y el Niño y los distintos cortejos de los Reyes Magos. En el del rey negro se representan distintas etnias africanas. Todo ello contribuye a crear un belén espectacular, lleno de vida, donde aparecen todas las profesiones y las distintas razas conocidas en la época, como símbolo del mensaje universal que nos trajo el Nacimiento de Jesús.




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