Creo que no es del todo descabellada la afirmación, ya que veo las dificultades cotidianas que muchos jóvenes (y no tan jóvenes) tienen para formar una familia. Sin entrar en juicios de valor y respetando los procesos personales, pregunto: ¿Es necesario echar cuentas para casarse? Lógicamente muchos responderán que sí, y desde luego es importante hacerse un proyecto de vida que en términos reales tenga en cuenta la administración familiar. Pero por otra parte, ¿hemos pensado en los efectos psicológicos de aplazar un compromiso?
Recuerdo al profesor Luigino Bruni, quien por primera vez me habló de la palabra oikos (casa en griego). Para la antigua Grecia el oikos era el lugar privilegiado, el centro alrededor del cual se organiza la vida, las normas, los valores y las responsabilidades. Aristóteles decía: «Es una comunidad constituida para satisfacer las necesidades cotidianas». Entonces podemos decir que para los griegos la casa, las personas que conforman la familia, eran de mucha importancia en cuanto comunidad y satisfacción.
Volvamos a nuestro tiempo. Hoy la casa tiene variantes, y algunas de ellas conservan la tradición griega. Hay diversos tipos de familia, pero no se ha borrado de ningún sitio el lazo de los vínculos.
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