logoIntroduzca su email y recibirá un mensaje de recuperación de su contraseña






                    




articulo

María, «flor de la humanidad»

Chiara Lubich

María, siendo la plena realización de la naturaleza humana, es la «flor de la humanidad». 


pdf
Si miramos la naturaleza, parece como si Jesús le diese también a ella su mandamiento nuevo.
 
He observado dos plantas y he pensado en la polinización. Antes de esta, las plantas crecen hacia lo alto, como si amasen a Dios con todo su ser. Después se unen casi como si se amasen recíprocamente como se aman las Personas de la Trinidad. De dos hacen una sola cosa. Se aman hasta el abandono, hasta perder –como si dijéramos– su personalidad, como Jesús en el abandono. Después, de la flor que de ahí brota nace el fruto, y así la vida continúa. Es como la Vida eterna de Dios impresa en la naturaleza. 
 
El Antiguo y el Nuevo Testamento forman un solo árbol. El florecimiento tuvo lugar en la plenitud de los tiempos. Y la única flor era María. El fruto que siguió fue Jesús. También el árbol de la humanidad había sido creado a imagen de Dios.
En la plenitud de los tiempos, al florecer, tuvo lugar la unidad entre el Cielo y la tierra, y el Espíritu Santo se desposó con María. Tenemos, pues, una sola flor: María. Y un solo fruto: Jesús. Pero María, aunque es una, es la síntesis de toda la creación en el culmen de su belleza, cuando se presenta como esposa a su Creador. 
 
[…] María es la flor florecida en el árbol de la humanidad nacido de Dios, que creó la primera semilla en Adán. Es Hija de Dios, su Hijo. 
 
Mirando una plantita de geranio que se abría en una flor roja, me preguntaba y le preguntaba: «¿Por qué floreces en rojo? ¿Por qué cambias de verde a rojo?». ¡Me parecía una cosa tan extraña! 
 
Hoy he comprendido que toda la humanidad florece en María. María es la Flor de la humanidad. Ella, la Inmaculada, es la Flor de la «Maculada». ¡La humanidad pecadora ha florecido en María, la toda bella! Y como la flor roja está agradecida a la plantita verde con sus raíces y el abono que la hizo florecer, así María existe porque fuimos nosotros, pecadores, los que obligamos a Dios a pensar en María. Nosotros le debemos a Ella la salvación; Ella, su vida a nosotros. 
 
¡Qué hermosa, María! Es la creación que se hace flor, la creación que se hace belleza. Toda la creación florecida, como la copa de un árbol, es María. Desde el Cielo, Dios se enamora de esta Flor de las flores, la fecunda con el Espíritu Santo y María da al Cielo y a la tierra el Fruto de los frutos: Jesús.
 
Para que Dios bajase del cielo tenía que encontrar a María; Él no podía descender al pecado, y entonces «se inventa» a María, la cual, resumiendo en sí toda la belleza de la creación, «engaña» a Dios y lo atrae a la tierra. Pero ella es Flor de la humanidad y, al llamar a Dios a sí misma, lo llama para la humanidad, porque ella está agradecida a la humanidad por haberle dado la vida.
(Escrito, 9 de julio de 1950)
 
 
 
He sentido que yo he sido creada como un don para quien está a mi lado, y quien está a mi lado ha sido creado por Dios como un don para mí. Como el Padre de la Trinidad es todo para el Hijo y el Hijo es todo para el Padre. 
 
En la tierra todo está en relación de amor con todo: cada cosa con cada cosa. Hay que ser el Amor para encontrar el hilo de oro entre los seres. 
¡La Madre del Amor Hermoso! ¡Como la Madre! Otra María. «¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres!» (Ct 4, 1).
(Escrito, 2 de septiembre de 1949)
 




  SÍGANOS EN LAS REDES SOCIALES
Política protección de datos
Aviso legal
Mapa de la Web
Política de cookies
@2016 Editorial Ciudad Nueva. Todos los derechos reservados
CONTACTO

DÓNDE ESTAMOS

facebook twitter instagram youtube
OTRAS REVISTAS
Ciutat Nuova