En los días sucesivos a la crucifixión de Jesús, sus discípulos se encerraron en casa, asustados y desorientados. Lo habían seguido por los caminos de Palestina mientras anunciaba a todos que Dios es Padre y ama tiernamente a cada persona.
Jesús había sido enviado por el Padre no solo para testimoniar con su vida esta gran novedad, sino también para abrirle a la humanidad el camino para encontrarse con Dios; un Dios que es Trinidad, comunidad de amor en sí mismo, y que quiere incluir en este abrazo a sus criaturas.
Durante su misión, muchos vieron, oyeron y experimentaron la bondad y los efectos de sus gestos y de sus palabras de acogida, perdón, esperanza… Luego llegó la condena y la crucifixión.
Leer más