El corazón remite a los afectos, a los sentimientos, a las pasiones. Pero para el autor bíblico es mucho más: junto con el espíritu, es el centro de la vida y de la persona, el lugar de las decisiones, de la interioridad y de la vida espiritual. Un corazón de carne es dócil a la Palabra de Dios, se deja guiar por ella y formula «pensamientos de paz» hacia los hermanos. Un corazón de piedra está cerrado en sí mismo, incapaz de escuchar y de tener misericordia.
¿Necesitamos un corazón nuevo y un espíritu nuevo? No hay más que mirar a nuestro alrededor. La violencia, la corrupción, las guerras nacen de corazones de piedra que se han cerrado al proyecto de Dios sobre su creación. Incluso si miramos dentro de nosotros con sinceridad, ¿no nos sentimos movidos muchas veces por deseos egoístas? ¿Es efectivamente el amor el que guía nuestras decisiones; es el bien del otro?
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