El verbo está en presente: Él viene. Es una certeza de ahora. No tenemos que esperar a mañana o al final de los tiempos, o a la otra vida. Dios actúa inmediatamente; el amor no admite dilación o demora. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que esperaba con ansia el final del exilio y el regreso a la patria. En estos días de espera de la Navidad, no podemos dejar de recordar que a María se le hizo una promesa semejante: «El Señor está contigo» (Lc 1, 28); el ángel le anunciaba el nacimiento del Salvador.
No viene para una visita cualquiera. Su intervención es decisiva, de la máxima importancia: ¡viene a salvarnos! ¿De qué? ¿Estamos en grave peligro? Sí. A veces somos conscientes de ello y a veces no nos damos cuenta. Dios interviene porque ve el egoísmo, la indiferencia hacia quienes sufren y están necesitados, el odio, las divisiones. El corazón de la humanidad está enfermo. Él viene lleno de compasión por su criatura; no quiere que se pierda.
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