Estamos en la comunidad de los cristianos de Corinto, muy dinámica, llena de iniciativa, animada desde dentro por grupos vinculados a diferentes líderes carismáticos. De ahí las tensiones entre personas y grupos, divisiones, culto a la personalidad, deseo de sobresalir. Pablo interviene con decisión recordando a todos que, en la riqueza y en la variedad de dones y líderes que la comunidad posee, hay algo mucho más profundo que los vincula en unidad: la pertenencia a Dios.
Una vez más resuena el gran anuncio cristiano: Dios está con nosotros, y nosotros no estamos sin rumbo, abandonados a nuestra suerte, no somos huérfanos; somos hijos suyos, somos suyos. Como un verdadero padre, Él se preocupa de cada uno sin dejar que nos falte nada de lo necesario para nuestro bien. Incluso es sobreabundante en el amor y en sus dones: «Todo es vuestro –como afirma Pablo–: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro». Nos ha dado incluso a su Hijo, Jesús.
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