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El reto de ser «acogedor»

Félix Mercado

No se lo había planteado hasta que se lo propusieron, pero sin pensárselo mucho lo acogió.


Lo dice sin complejos y con la entereza de quien sabe de qué habla: «¿Alguna vez te has presentado voluntario para algo sin tener apenas en cuenta lo complicada que se va a volver tu vida? Yo sí». Ángel ya ha cumplido los 55 y hace años que está separado. Tuvo que hacerse cargo de sus dos hijos, que ya son grandes y hace tiempo que se emanciparon. Nunca habría imaginado que le tocaría volver a desempeñar el papel de padre de un menor.

Javier, el chico, acababa de cumplir 14 años y no tenía dónde ir. Su corta historia podría muy bien inspirar una novela social de mediados del XIX, a lo Oliver Twist. Ni él ni sus tres hermanos conocían a sus respectivos padres; y su madre... hacía lo que podía, que no era mucho, por eso acabó perdiendo la custodia de sus hijos. El mayor y los menores encontraron acogida con sus parientes más cercanos, pero para él ya no había sitio. Solución: un centro de acogida. «Lloraba y gritaba que no quería ir», comenta Ángel.

«Cuando me lo propusieron –prosigue–, pensé que si yo estuviera en su situación, me gustaría que me ayudaran. Es la regla de oro: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hiciesen a ti”. Así que no me lo pensé mucho y se vino conmigo». Fue todo un reto, empezando por el papeleo, pues hubo que regularizar la situación de «acogimiento familiar» y ver si se daban las condiciones. Pero sobre todo le supuso recuperar capacidades que hacía tiempo no ponía en práctica: «Escucharlo en sus noches tristes, en sus altibajos emocionales, conteniéndolo con firmeza y afecto», subraya Ángel.

«He tenido muchos momentos de dudas, pensando que hubiera estado mejor con una familia en la que también hubiera una figura materna, y no solo conmigo». «Continuamente –añade– me decía a mí mismo que quizás sería negativo para él estar conmigo, que en otra familia con mejores medios económicos hubiera estado mejor, pues siempre ando apurado para llegar a fin de mes». Pensamientos estos que pueden debilitar significativamente la intención inicial y que sin duda son una tortura.

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