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Grecia y los límites de la Troika

Carlo Cefaloni

Grecia, un país europeo en situación de emergencia humanitaria. Hay que salir juntos de la crisis y de la incógnita del fracaso.
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La penosa situación en que se encuentra Grecia queda evidenciada por datos como los del paro –más del 25% de tasa general y más de un 50% de paro juvenil– o las serias deficiencias en ámbitos como la sanidad pública, educación y pensiones, resultado de los profundos recortes sufridos en esas y otras áreas. Sin duda son estos los motivos que a finales de enero colocaron en el gobierno a Syriza, una coalición que aglutina a varios partidos de la izquierda radical liderada por Alexis Tsipras, que desde 2012 venía actuando como principal partido de la oposición en el parlamento griego. El programa económico de Syriza ha sido elaborado por Yanis Varufakis, un economista conocido internacionalmente que ha sido docente en universidades inglesas y últimamente en Estados Unidos. Una vez nombrado ministro de Finanzas, las propuestas que ha presentado ante distintos interlocutores institucionales, no solo europeos, echan sus raíces en textos como «Una modesta propuesta para salir de la crisis del euro», que escribió junto con James Galbraith, conocido estudioso hijo de John Galbraith, el que fuera gran consejero económico del presidente Kennedy. De ahí salen recetas como la conversión de la deuda y un programa de inversiones en el área mediterránea. Hablamos con el profesor Luigino Bruni, quien tiene relación directa con los círculos universitarios del país heleno. –Muchos economistas definen como imposible la agenda del gobierno de Tsipras. El informe de Cáritas de enero de 2015 señala que el país heleno está en situación de emergencia humanitaria y que la política de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) ha fracasado. ¿Qué puede hacer el nuevo ejecutivo griego ante tantas presiones? –Hace poco estuve en Grecia para participar en un seminario sobre «Felicidad y bienes relacionales», organizado por el departamento de Varufakis. Me impresionó el hecho de que la mayoría de los economistas del departamento defienden una línea anti-Troika y anti-euro. Se nota que el hartazgo por la insostenible austeridad propicia un consenso muy generalizado. Hay un elemento muy importante a tener en cuenta en esta crisis griega, y también en la de otros países. La deuda pública la contrajeron políticos ineficaces y con frecuencia corruptos. La mayoría de los griegos y ciertamente los sectores de población más débiles no han gozado de ningún beneficio. La culpa de los padres está recayendo en los hijos, y esa regla tanto el cristianismo como Europa la han condenado éticamente desde hace siglos. O sea, que hoy paguen las consecuencias de una deuda insostenible unas personas que la han generado solo en mínima parte es un asunto mucho más complejo de lo que piensa la Troika. Y el pueblo lo sabe. –En referencia al caso griego, con frecuencia se menciona la condonación de la deuda alemana tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Es una argumentación creíble o es solo un ejemplo histórico que el ministro de Finanzas griego ha sacado para advertir del riesgo de colapso en Europa? –Keynes, el gran economista británico, estaba convencido de que había un fuerte nexo entre las sanciones económicas impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial y el surgimiento del nazismo. Por eso, al terminar la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Bretton Woods abogó por unas sanciones menores a Alemania, que han demostrado ser muy importantes para la Europa de hoy y la posición central de Alemania en el continente. De todas formas, recurrir al pasado para justificar las opciones del presente es siempre una operación difícil. Conviene insistir en las buenas razones del presente, que las hay y muchas. –El nuevo ministro de Finanzas griego dice ser herético con respecto al pensamiento económico ortodoxo… –Varufakis ha escrito un libro con Shaun Hargreaves-Heap sobre teoría económica en el que formulan una teoría heterodoxa de racionalidad, que llaman «expresiva». Según esa teoría, la gente no actúa solo en base al cálculo costo-beneficio, sino para expresar sus valores y su identidad con sus decisiones. Esa «racionalidad expresiva» y no instrumental explica el comportamiento de los griegos y el de muchos países con larga tradición y orgullo nacional que se sienten humillados. –¿El fracaso y el caos en Grecia podrían tener consecuencias inmediatas en otros países de la Unión Europea? ¿Se puede evitar? –Creo que sí. Se trataría de aplicar categorías ausentes en la política europea pero que están implícitas en todo pacto verdadero. Estas son: confianza, perdón, espera, mansedumbre y don. Sin estas palabras traducidas en prácticas económicas y políticas, solo nos queda un conjunto de contratos, pero no le daremos vida a un verdadero pacto europeo. Europa aún tiene demasiado frescas las heridas de las guerras fratricidas, y solo pueden curarse con nuevos abrazos entre los pueblos. No veo otra salida.



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