Decidimos actuar con tacto e inteligencia procurando que fueran ellos mismos quienes tomasen la iniciativa.
Vivimos en una ciudad no demasiado grande. Escuchando un día las noticias locales en la radio nos enteramos de que una familia de portugueses necesitaba ayuda urgente. Casi por un automatismo recordamos aquella frase del Evangelio: «Tuve hambre y me disteis de comer…», y nuestra reacción inmediata fue prestar atención al lugar donde esta familia se encontraba.
El siguiente paso, de común acuerdo entre nosotros, fue visitarles. Así descubrimos que vivían en un habitáculo a modo de cueva carente de las mínimas condiciones por el que, sin embargo, estaban pagando un alquiler no pequeño precisamente. La familia la componían el padre, la madre y dos niños de 9 y 4 años.