logoIntroduzca su email y recibirá un mensaje de recuperación de su contraseña






                    




articulo

Un trabajo para Josephine



Dados los tiempos que corren, son muchas las personas que conozco que no tienen trabajo y, como tantos otros, siento a menudo la impotencia de no poder hacer nada para remediar su situación...


Dados los tiempos que corren, son muchas las personas que conozco que no tienen trabajo y, como tantos otros, siento a menudo la impotencia de no poder hacer nada para remediar su situación.

 

Hace 9 años conocí a Josephine, una nigeriana, madre de un niño precioso, que entonces tenía 3 meses. La intensidad de una situación que vivimos juntas aquellos primeros días nos unió fuertemente y aunque no nos habíamos visto en los últimos años, nunca habíamos perdido el contacto. Ahora volvía a tenerla cerca. Se había quedado sin trabajo y necesitaba uno urgentemente para sacar adelante a su hijo. Nos pusimos manos a la obra para buscarlo; no sólo yo, sino muchas de mis amigas.

 

Hablé con la directora de mi colegio por si había alguna posibilidad, y mi sorpresa fue grande cuando enseguida me dijo que la llamaría para ver si podía cubrir una baja en el equipo de limpieza. El lunes siguiente nos vimos un momento por la mañana en el pasillo donde está mi clase. ¡Qué alegría! Josephine estaba feliz y yo también por haber hecho mía la necesidad de un prójimo y haber estado atenta en el momento oportuno.

 

A las cuatro y media, al bajar con los chicos a las rutas, el tiempo había cambiado y hacía mucho frío; nada que ver con la temperatura que hacía esa mañana. Enseguida pensé en Josephine. ¿Tendría algo que ponerse? Quería llegar pronto a casa porque mi madre no se encontraba muy bien, pero cuando se fueron los niños, volví a entrar en el colegio y fui a preguntar si sabían dónde podía estar Josephine. Me dijeron que en la tercera planta. Subí y cuando por fin la encontré, le di una chaqueta de lana que yo suelo tener siempre en la taquilla por si hay algún imprevisto... Cada prójimo es “otro yo”.

 

No tenía donde alojarse, porque vivía a más de 100 km de Madrid, y en esos primeros días intenté encontrarle un sitio donde dormir. Tuve que hacer muchas llamadas y cada vez que cogía el teléfono, pensaba: «No importa si estoy cansada o si tengo mucho que hacer, porque “soy yo” quién no tiene casa; es Jesús quien no encuentra dónde dormir. Jesús nos ha dicho que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos». Al final se pudo quedar con una compañera del cole mientras seguíamos buscando.

 

Hablé con mucha gente y “llamé” a muchas puertas, hasta que por fin quedamos para ir a ver el piso que unos amigos míos tenían vacío desde hacía unos meses. Es pequeñito, pero respondía perfectamente a sus necesidades. Nos pareció ¡precioso! y además estos amigos estaban dispuestos a ayudarla cobrándole un alquiler casi simbólico. Después, enseguida, llegaron una cama, un mueble de cajones, una mesa...

 

El trabajo en el colegio todavía no es definitivo, pero yo estoy feliz. Cada vez que nos vemos en el cole, me invade una alegría especial; siento que nos une algo fuerte: todo lo que hemos vivido juntas. Además, le estoy agradecida por haberme dado la oportunidad de olvidarme de mí misma para ocuparme y preocuparme de quien está a mi lado. Una vez más he podido comprobar que ese «pedid y se os dará» que nos dejó Jesús en el Evangelio se convierte en realidad gracias al amor recíproco que me une a las personas con las que comparto el mismo Ideal.

C. F.





  SÍGANOS EN LAS REDES SOCIALES
Política protección de datos
Aviso legal
Mapa de la Web
Política de cookies
@2016 Editorial Ciudad Nueva. Todos los derechos reservados
CONTACTO

DÓNDE ESTAMOS

facebook twitter instagram youtube
OTRAS REVISTAS
Ciutat Nuova