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El inicio de algo más

Betty M.

Con otros vecinos nos hemos puesto de acuerdo para mejorar, en cuanto esté a nuestro alcance, la convivencia con los demás vecinos.
Al término de su servicio, la comunidad de vecinos le pidió a mi marido que continuara siendo vocal de nuestro portal, dada la gestión positiva que había realizado en el cargo y la buena relación con el presidente. A raíz de esta invitación, en casa nos planteamos cómo mejorar la relación con nuestros vecinos. Con algunos es más fácil, somos más afines; con otros, sin embargo, nos cuesta más, pues los hay que no pagan la comunidad o generan a veces cierto malestar entre todos. Las Navidades pasadas nos ofrecieron la oportunidad de mejorar la convivencia con todos. Se nos ocurrió hacer un bollo típico, que en mi tierra llamamos pan dulce, heredado del panettone italiano, y regalárselo a cada una de las familias del portal (¡unas 20!). Mi casa rebosaba de olor a frutos secos, agua de azahar, vainilla, canela, pan recién horneado, papeles de colores para envolver los bollos y muchas horas de dedicación en la cocina. No había duda que allí se preparaba una fiesta. Cuando fui a llevárselo a una de mis vecinas morosas, me quité de la cabeza todos los prejuicios que tenía para acercarme a ella como la Navidad me pedía: sólo con una actitud de acogida. Mi vecina se emocionó y me dio un abrazo. Justo llegaba de la calle con frío y pensaba tomarse un chocolate caliente… ¡Con mi bollo era lo más! Para ver a la del 5º fui con mi nieta, que es compañerita de su hija de 5 años. Gran alegría y algarabía de sus niños. Está separada y a cargo de tres hijos… Tras esta visita, ahora baja a mi casa a ver si está mi nieta y puede llevársela a jugar. Le ha propuesto al administrador hacer un plan de pagos de las cuotas atrasadas. Con la del 4º nunca habíamos cruzado más que unos buenos días o qué frío o qué calor, según la estación. Recuperada de la sorpresa de mi visita, me hizo pasar a su casa. No sabía qué ofrecerme y llamaba a su hijo para que me saludara. También está sola desde que su marido se fue… Esos días, mi marido llevaba siempre en el coche un bollo, que yo iba renovando, por si se encontraba con algún vecino al que no hubiéramos visitado. Nuestro vecino musulmán llegó a su casa diciéndole a su mujer que no sabía my bien cómo se llamaba el bollo, pero que estaba seguro de que era una tradición navideña. Con otros vecinos con los que ya había una buena relación, se ha consolidado y nos hemos puesto de acuerdo para mejorar, en cuanto esté a nuestro alcance, la convivencia con los demás vecinos. La idea de tener ese detalle navideño resultó en una tarea preciosa, que generaba sorpresa primero, agradecimiento después, y que ha sido el inicio de algo más que ser vecinos desconocidos.



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