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Diálogos de Arquitectura

Antonio Sotillo

La jornada interdisciplinar «Educación: identidad y referencias» demuestra que es posible navegar por las aguas de una determinada ciencia con la barca de las categorías de otra disciplina.
Hace ya más de diez años, en 2002, surgió la idea de crear un ámbito de reflexión en torno a temas de Arquitectura y Urbanística, dos disciplinas que enmarcan la relación entre el espacio y la sociedad. Sus promotores eran arquitectos, urbanistas, ingenieros, docentes universitarios y estudiantes que no sólo tenían en común su interés por la ciudad y el territorio, sino que compartían la visión que al respecto se desprende de las intuiciones de Chiara Lubich. La arquitectura, pues, puede propiciar formas de convivencia social inspiradas en la comunión, favoreciendo el diálogo y el encuentro entre las personas. De ahí que Diálogos de Arquitectura quiera ser un ámbito de profundización cultural y estímulo profesional para imaginar, proyectar y construir espacios de comunión. Tras aquel humilde origen, la inquietud fue adquiriendo dimensiones internacionales gracias a los cinco seminarios que se han llevado a cabo entre 2006 y 2011, que han desembocado en la orientación actual de potenciar la iniciativa de grupos locales, como fue el evento cultural realizado en Madrid el pasado mes de octubre. Fue ésta una obra en dos actos, uno estrictamente académico y otro de carácter fundacional, que tuvieron lugar respectivamente en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y en el Centro Mariápolis Luminosa. El “acto fundacional” supuso la constitución de un nuevo nudo de esta red que dialoga sobre la arquitectura. Estuvieron presentes personas de varias ciudades de España, profesionales en áreas como el urbanismo, la edificación, el interiorismo, la docencia e investigación, los colegios profesionales y el asociacionismo ciudadano. Dos representantes de la Secretaría Internacional de Diálogos de Arquitectura, Iole Parisi y Mario Tancredi, sellaron con su presencia la fundación del nuevo grupo. El acto del día anterior consistió en dos mesas redondas, una integrada por miembros del Grupo de Investigación Antropología y Filosofía de la Educación de la UCM, y la segunda por exponentes de Diálogos de Arquitectura. Los primeros, investigadores en el campo educativo, y los segundos, expertos en Ecología, Ingeniería de infraestructuras y Arquitectura. ¿Por qué esa combinación? Quizás porque los desafíos del mundo contemporáneo hacen insostenible un modelo de conocimiento fragmentario. Y eso es lo que llegó a constatarse a lo largo de la jornada, suscitando el deseo de seguir con este tipo de colaboraciones. Llama la atención que las ponencias sobre educación abordaran el problema de los “espacios” educativos, cuando el “espacio” es el objeto primordial de la Arquitectura. Por su parte, las ponencias que trataban sobre la idea del territorio señalaban distintos “retos educativos”. Es posible, pues, navegar por la aguas de una determinada ciencia con la barca de las categorías de otra disciplina. A esta conclusión se llegó con este acto académico, después de haber escuchado ponencias de título sugerente: «La (des)materialización de los espacios educativos» en el territorio líquido de internet; «Educación y espacios para albergar sueños», sobre los planteamientos utópicos y su materialización en centros de vanguardia; «Entrando en la habitación: espacio propio y desarrollo de la identidad», un recorrido histórico para interpretar el presente. No menos interesantes fueron las ponencias de la segunda mesa: «La realidad natural: una visión responsable», sobre la necesidad de educación ambiental; «Infraestructuras y construcción territorial desde una perspectiva relacional», que puso de manifiesto la necesidad de una educación a la participación ciudadana que permita intervenir en las decisiones que hoy quedan en manos de políticos y técnicos. Sobre esta última aportación, fue muy ilustrativa la experiencia de unos estudiantes de Arquitectura de Bogotá en un barrio marginal (ver recuadro), que demuestra la potencialidad del mundo académico para dar respuesta a los problemas de los puntos más oscuros de la ciudad. El diálogo final puso de manifiesto algo que había latido durante todo el acto tanto en las palabras de los ponentes como en las intervenciones del auditorio: lo verdaderamente esencial de las ciencias humanas es situar a la persona en el centro de su interés. Durante 3 años fui coordinador del Observatorio Urbano, una iniciativa de la Facultad de Ciencias del Hábitat de la Universidad La Salle de Bogotá. En ese período entramos en contacto con una comunidad del barrio La Merced Sur de Bogotá. Era gente que, huyendo de la violencia, se había trasladado hacía más de cuarenta años para trabajar en la producción de ladrillos. Esta actividad había dejado muchas víctimas por accidente y enfermedad, en especial niños, y de ella queda el mudo testimonio de los chircales, es decir, los hornos que fueron clausurados hace veinte años. En los años 70 algunos jóvenes de los Focolares se acercaron a esta gente. Ayudaban a los niños, prestaban cuidados médicos y proporcionaban ropa y comida. Se llegó a crear un centro social que hoy sigue dando formación laboral, refuerzo escolar, talleres, etc. De este panorama los elementos destacables son: un tejido social ya consolidado en torno al centro social; la dificultad de conseguir trabajo porque la actividad principal ya no existía; los chircales, en cuanto testimonio paisajístico de una historia de sufrimiento que ahora representaba más bien peligro y violencia; la paradoja de que Bogotá es conocida arquitectónicamente como «la ciudad de los ladrillos», gracias a arquitectos como Rogelio Salmona, que rescató ese material sencillo pero con el que se pueden realizar obras importantes. Por estas razones se interesaron en este espacio unos estudiantes de Arquitectura, de Ingeniería Civil y Ambiental, y de Trabajo Social. A partir de las entrevistas que realizaron en la comunidad fijaron cuatro temas: ambiente, vivienda, patrimonio y espacio público. Buscaron el apoyo de instituciones públicas y privadas y elaboraron un modelo de desarrollo alternativo, basado en el «patrimonio territorial», poniendo de relieve su historia de sufrimiento en la producción de ladrillos. Dos estudiantes realizaron su tesis sobre propuestas para el barrio. La experiencia consolidó la convicción de que había que rescatar la historia de esta gente. Así nació el proyecto de un centro cultural que ponga en luz la documentación de la comunidad (imágenes, entrevistas) y sea un espacio creativo para cursos de formación empresarial, además de integrar las actividades ya existentes. Mario Tancredi



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