Poner a prueba la confianza
Magdalena y Mery (Tucumán, Argentina)Cuando el prójimo necesita ser amado.
Cuando me enteré de que una gran amiga mía había salido bien de una delicada operación de esófago y que se encontraba ya en casa recuperándose, me vinieron ganas de ir a visitarla y ver en qué podía serle útil, ya que antes no me había sido posible hacerlo. A lo largo del año, en casa habíamos vivido situaciones muy fuertes y dolorosas: la pérdida de un hermano y de un sobrino. Quizás por eso me sentía medio floja. Pero cuando fui a visitar a esta amiga y vi cómo estaba, tan delgada y sin casi poder alimentarse, me di cuenta de que no podía encerrarme en mi dolor, que el amor al hermano me empujaba a salir de mí misma… Mi amiga me pidió que me pusiera en contacto con su médico para que él nos indicara cómo debía seguir el tratamiento. Sólo podía alimentarse con un determinado producto y mediante una sonda nasogástrica. Económicamente no estaba en condiciones de comprar ese producto y su seguro sanitario exigía tantos trámites que tardarían varias semanas. Una vez que empecé a mover todo este asunto, se desencadenó una serie de situaciones providenciales que se iban manifestando una detrás de otra. Yo iba en busca de alguien que nos pudiera echar una mano en el subsidio de salud, pero en cada oficina que presentábamos los papeles nos decían que responderían al cabo de quince días, no obstante les explicásemos la urgencia del trámite porque estaba sin alimentación hacía varios días. Era cerca de Navidad, y en Tucumán las temperaturas en esta época son muy elevadas. El tiempo pasaba, y con esas temperaturas mi amiga corría peligro de deshidratación.
