«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». (Jn 8, 7)1
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». (Jn 8, 7)1 Mientras Jesús enseñaba en el templo, los escribas y fariseos le llevaron una mujer a la que habían sorprendido en adulterio y le dijeron: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» (Jn 8, 5). De ese modo querían tenderle una trampa. En efecto, si Jesús se manifestaba en contra de la lapidación, podrían acusarlo de ir contra la Ley, según la cual los testigos directos de la culpa debían comenzar a lanzar piedras a quien había pecado, seguidos luego por el pueblo. Y al contrario, si Jesús confirmaba la sentencia de muerte, entraría en contradicción con su enseñanza sobre la misericordia de Dios con los pecadores. Pero Jesús, que estaba inclinado escribiendo con el dedo en el suelo –demostrando así su imperturbabilidad–, se incorporó y dijo: