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Alguien nos ayudará



Cuando uno se pregunta qué haría Jesús si estuviera en su lugar...
A la salida del supermercado vi a una persona mayor que estaba llorando. Alrededor de ella había gente intentando calmarla. Cuando pregunté qué había sucedido, alguien me dijo que a la señora le habían robado la cartera donde llevaba el dinero para hacer las compras. Era poco, pero era todo lo que tenía. Al cabo de un rato la gente terminó marchándose y la señora, un poco más tranquila, se quedó allí, sola. Entonces pensé: «Jesús no la dejaría ahí». Así que me senté a su lado, intentando entablar una conversación con ella. No había mucho de qué hablar. «Me han robado todo. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo compro algo para comer?». Le pregunté qué le hacía falta y para mi gran sorpresa, lo que ella necesitaba era lo que yo había comprado para la cena de esa noche, a la que había invitado a unos amigos. De repente las bolsas me “quemaban” en las manos. «Mire, yo tengo aquí todo lo que usted necesita. Si quiere, la acompaño a su casa y ya veremos qué podemos hacer». La señora me miró con incredulidad, pero yo ya la había cogido del brazo, y como vivía allí cerca, nos encaminamos a su casa, un lugar humilde y pobre. Ella casi tenía un poco de vergüenza de que yo viera donde vivía. «No se preocupe», y le dejé la compra sobre la mesa de la cocina. «¡Esto me alcanza hasta el final de la semana! Pero no tengo dinero para pagarle todo esto». «No se preocupe. ¡Yo creo firmemente que Dios nos ama a usted y a mí, y por lo tanto, nos ayudará!». Le di un beso y me fui rumbo a casa. Me olvidé de todo y me puse a ordenar un poco la casa; más tarde me ocuparía de pensar otro menú para la cena. Al cabo de un rato sonó el timbre. Era una amiga que venía a saludarme. «Me he pasado por la tienda y te he traído esto –me dijo–. Pensé que podía venirte bien», y me dejó dos bolsas llenas de fruta y verdura y hasta un poco de carne que podía usar para la cena. Me quedé muda frente a la generosidad y el amor concreto de Dios, que se había servido de mi amiga para “devolverme” lo que le había regalado a esa anciana por la mañana. U. C.



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