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articulo

Arreglando lo pequeño

Julia Gómez

Crear fraternidad pasa también por resolver los pequeños inconvenientes urbanísticos que afectan a muchos ciudadanos.
Hace bastantes años descubrí a través de un grupo de personas de los Focolares que el Evangelio, después de veinte siglos, sigue siendo actual si sus enseñanzas se ponen en práctica, es decir, si las palabras de Jesús se traducen en vida cotidiana. Yo ya era creyente y practicante, pero a mi manera, con poco conocimiento de la fe, pero este planteamiento me impactó y empecé a vivirlo. Al cabo de un tiempo, y gracias a algunas acciones junto con otras personas en ámbitos poco favorecidos de la sociedad, podía decir que vivía mi compromiso evangélico. En el año 2001 supe que Chiara Lubich había pronunciado en el Ayuntamiento de Trento, su ciudad natal, un discurso sobre la fraternidad en política «en la perspectiva de la ciudad». Me impactó, quizás por el hecho de que durante más de veinte años he trabajado en la administración pública en temas de urbanismo y medio ambiente. En esa ocasión Chiara propuso a los trentinos una acción concreta de la que aún me siguen llegando noticias, y también otras ciudades siguieron el ejemplo. Me vino entonces a la mente lo que durante tantos años había vivido y me puse a pensar qué podía hacer, sobre todo en mis circunstancias actuales con problemas de movilidad reducida. Decidí que cuando saliera a la calle, observaría lo que estuviera deteriorado para luego dar aviso a la junta municipal. Ellos lo agradecen. Cuando empecé a ver los resultados, constaté que ésta es una buena forma de vivir la política, es decir, vivir por mi ciudad, pues en cuanto ciudadanos, tenemos derecho de participar de alguna forma en el gobierno de la ciudad, además de contribuir con nuestros impuestos. Algunos ejemplos. En la calle donde vivo hay un placita de juegos para los niños con bancos para los adultos. En las aceras había baldosas sueltas y algún banco estaba estropeado. Pasé el aviso y al poco quitaron los bancos y las papeleras viejas y poco después los repusieron y arreglaron las baldosas. En otra ocasión noté que algunos árboles se habían secado. Esperé a que llegara el otoño para avisar y en diciembre los cambiaron. Otra vez avisé de que había un coche abandonado, pues en esos casos el Ayuntamiento procura localizar al dueño y, si no dan con él, lo retiran, ya que puede haber sido robado. Hasta tres coches se llevaron gracias a mis avisos, lo cual se agradece en una zona de difícil aparcamiento. También vinieron a limpiar el pasadizo que lleva al mercado, que siempre huele mal, así como las placitas por donde no puede pasar el camión de riego, placitas que hacía más de tres años que no desinfectaban.

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