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PSICOLOGÍA: Vida y muerte

Pascual Ionata

¿Qué relación hay entre la vida y la muerte? P. B.
Se suele contraponer erróneamente la muerte a la vida, cuando en realidad hay que contraponerla al nacimiento, porque la vida comprende tanto el nacimiento como la muerte. Podemos muy bien representar la vida como un amplio salón iluminado en un castillo sumergido en la oscuridad, en el que entra por una ventana un pájaro que sobrevuela velozmente todo el salón y sale por otra ventana. La vida es como ese pájaro que viene de la oscuridad y va hacia la oscuridad. Y las oscuridades son precisamente el nacimiento y la muerte. Podríamos considerarlos como “zambullidas”; son las dos zambullidas de la vida: el nacimiento sería la zambullida en el más acá y la muerte la zambullida en el más allá. Los primeros cristianos solían llamar a la muerte dies natalis, es decir, «día del nacimiento». A propósito de luces en la oscuridad, he aquí un sueño personal del gran Carl Jung: «Caía la noche y me encontraba en un lugar desconocido. Avanzaba con dificultad contra un viento muy fuerte. Una densa niebla lo cubría todo. En las manos, en forma de copa, tenía una luz débil que se iba a apagar en cualquier momento. Mi vida dependía de esa luz que protegía celosamente. De repente tuve la impresión de que algo venía detrás de mí. Mi di la vuelta y vi la forma gigantesca de un ser que me seguía. Pero en ese mismo instante me di cuenta de que, a pesar del terror, tenía que proteger mi luz en medio de las tinieblas y contra el viento. Cuando me desperté, comprendí que la forma monstruosa era mi sombra, que la llamita que mantenía encendida proyectaba en medio de la tempestad. Sabía también que esa frágil luz era mi conciencia, que comparada con la potencia de las tinieblas, era luz, mi única luz». Todos hemos tratado de dar respuesta a la eterna pregunta sobre el secreto de la vida: ¿qué fue antes el huevo o la gallina? Más que dar una respuesta, me permito ofrecer esta historia del mulá Nasreddin: «Un pobre que tenía hambre robó un huevo duro. El dueño del huevo lo lleva ante un tribunal y lo acusa ferozmente: “Si éste no me hubiera robado el huevo, del huevo habría nacido una gallina que habría puesto miles de huevos”. El juez condena al ladrón a una pena severa. Y el pobre se opone diciendo: “Tengo un testigo a mi favor; es Nasreddin”. Pero Nasreddin se atrasa. Cuando por fin llega, el juez le pregunta: “¿A qué tanto retraso?”. “Porque esta mañana he sembrado trigo hervido y he esperado todo el día a que germinara”. “¿¡Cómo va germinar el trigo hervido!?”, dice el juez. “Y cómo va a nacer una gallina de un huevo duro”, le replica Nasreddin».

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