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articulo

En suspense

Uge de la Rica y Raúl Arnáiz

Vicisitudes de una joven familia afectada por el paro.
Alguien nos ha sugerido plasmar en unas líneas algo de nuestra vida como familia dentro de la particular realidad económica que atraviesa nuestro país y gran parte de su entorno. La idea en un principio nos pareció un tanto desatinada, y también precipitada, porque se trata de una situación todavía sin resolver, en suspensión e incertidumbre. Pero quizá el estado inconcluso en el que se encuentran las cosas refleje precisamente la problemática que nos rodea, problemática social que ninguno atina a adivinar cómo ni cuándo se resolverá. Podemos decir que la famosa “crisis” ha entrado en nuestra casa dando un buen portazo. Ambos somos economistas y llevamos casados diez años. Tenemos dos hijos, de 6 y 3 años, y estamos a punto de acoger a nuestro tercer hijo, que nacerá, si Dios quiere, en abril. Todo empezó en 2009, cuando la empresa en la que ambos trabajábamos desde 1994 empezó a retrasar el pago de los salarios. No vamos a entrar en la serie de engañuflas y tensiones que se sucedieron a lo largo de dieciocho meses en la empresa, tratando de ocultar una situación que nosotros vislumbrábamos claramente de quiebra. Finalmente, en julio de 2010 la empresa se vio abocada al cierre y pasamos a cobrar la prestación por desempleo: los dos en casa, buscando trabajo en un momento en que el mercado laboral está estancado y cerrado. No fue fácil. Acomodados como estábamos, sentir esa repentina caída al vacío, con la inseguridad de qué sería de nuestra familia, del futuro, de nuestros hijos... La velocidad con la que los pensamientos corren y atenazan el alma y la razón te dejan desorientado en un primer momento. Después, preguntándole al corazón, entendimos que Dios nos pedía la profesión, el trabajo, los bienes… Y le dijimos que sí, seguros de tener un Padre que tiene contado hasta el último de nuestros cabellos. La situación nos llevaba a ponernos en sus manos con fe, viendo en cada hecho el inmenso amor de Dios, que nos hace sentirnos libres, y abandonarnos a sus manos, tratando al mismo tiempo de hacer nuestra parte.

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