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ESAS COSAS

Manuel Morales

«Dios no es Dios sin el Otro»
¡Anda que la frasecita del teólogo Piero Coda…! Seguí por internet la presentación de su último libro sobre la Trinidad y, una vez más, me dejó embelesado el buen amigo. De modo que «Dios no es Dios sin el Otro. El Padre no es el Padre sin que el Hijo que Él ha engendrado lo reconozca como Padre, y eso (Ese) es el Espíritu, el Soplo de la Vida… Yo soy para que tú seas; tú eres para que yo sea…». ¿Qué tal? Con la mayor naturalidad afirma el profesor que la cosa no es nada complicada, que los complicados somos nosotros. Se confiesa fascinado por la simplicidad de Dios. Y la consecuencia inmediata: que tampoco el hombre es hombre sin el otro. Me fascina escuchar a estos “espeleólogos” de la teología cuando se zambullen con tanto arrojo en el misterio. No le tienen miedo a la racionalidad para explicar la fe. Yo le preguntaría a Piero Coda si eso se corresponde –para la gente de a pie y bajando a la tierra– con esta frase del maestro “espeleólogo” san Agustín: «No sabe a nada la vida sin amigos». O con aquella otra, agustiniana también: «ningún animal es tan sociable por naturaleza como el hombre y tan insociable como él por el vicio». Se lo acabo de escuchar en la calle, en puro gaditano, a una pareja, ya entraditos en años, que andaba riñendo. Ella a él: «Tú vá a hacé que yo me harte de tó». ¡Menuda película! O sea que en nuestras relaciones humanas puede o no reflejarse la naturaleza del que nos creó a su imagen: Uno y Trino. Más en concreto: pueden ser las relaciones humanas paraíso o infierno (vamos a dejarlo en purgatorio, para no exagerar). Es que me recuerda esto la obra de Sartre que fui a ver en los 60 con los alumnos. ¡Qué fuerte sonaba aquello de «el infierno son los demás»! Yo preferí quedarme entonces, para el comentario, con aquello que le dice Inés a su colega de infierno, Estella, que desesperadamente busca sin resultado un espejo para mirarse: «¿Quiere que yo misma le sirva de espejo?».

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